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30.10.13

El ojo de la mujer


Menstruación, El ojo de la mujer 
Tengo
la "enfermedad"
de las mujeres.

Mis hormonas
están alborotadas,
me siento parte
de la naturaleza.

Todos los meses
esta comunión
del alma
y el cuerpo;
este sentirse objeto
de leyes naturales
fuera de control;
el cerebro recogido
volviéndose vientre...

Gioconda Belli

29.10.13

Somos los rebeldes de la no libertad


"Buscamos permisos para hacer lo que nos de la gana pero... ¿Porqué no cantar? Es lo que da libertad al alma No cantemos con permisos Nos volvamos rebeldes de la no libertad Ya no más vida estructural, ahora a buscar algo más No seamos ilusos de esta sociedad No más optimismos de encierro de días y días de todo igual, seamos rebeldes de la no libertad."

Facundo López Cabral


 Este escrito pertenece a un querido amigo (también, un  gran lector del sitio) que entre charla y charla, me dio el permiso de revelar uno de sus poemas guardados.

 Como el, están invitados a enviarme algún escrito que deseen (propio o no) haciendo clic en el botón que dice Contacto y bastará con rellenar el formulario (no se olviden de poner el nombre del autor o en caso de desconocerlo agregar que es anónimo). 

25.10.13

Dime

Dime por favor donde no estás 
en qué lugar puedo no ser tu ausencia 
dónde puedo vivir sin recordarte, 
y dónde recordar, sin que me duela.

Dime por favor en que vacío,
no está tu sombra llenando los centros;
dónde mi soledad es ella misma,
y no el sentir que tú te encuentras lejos.

Dime por favor por qué camino,
podré yo caminar, sin ser tu huella;
dónde podré correr no por buscarte,
y dónde descanzar de mi tristeza.

Dime por favor cuál es la noche,
que no tiene el color de tu mirada;
cuál es el sol, que tiene luz tan solo,
y no la sensación de que me llamas.

Dime por favor donde hay un mar,
que no susurre a mis oídos tus palabras.

Dime por favor en qué rincón,
nadie podrá ver mi tristeza;
dime cuál es el hueco de mi almohada,
que no tiene apoyada tu cabeza.

Dime por favor cuál es la noche,
en que vendrás, para velar tu sueño;
que no puedo vivir, porque te extraño;
y que no puedo morir, porque te quiero.


Borges

23.10.13

Si se te pierde el alma en un descuido


¿Que hace está india huichola que está por parir?Ella recuerda. Recuerda intensamente la noche de amor de donde viene el niño que va a nacer. Piensa en eso con toda la fuerza de su memoria y su alegría. Así el cuerpo se abre, feliz de la felicidad que tuvo, y entonces nace un buen huichol, que será digno de aquel goce que lo hizo.

Un buen huichol cuida su alma, su alumbrosa fuerza de vida, pero bien sabe que el alma es más pequeña que una hormiga y más suave que un susurro, una cosa de nada, un airecito, y en cualquier descuido se puede perder.
Un muchacho tropieza y rueda sierra abajo y el alma se desprende y cae en la rodada, atada como estaba nomás que por un hilo de seda de araña. Entonces el joven huichol se aturde y se enferma. Balbuceando llama al guardián de los cantos sagrados, el sacerdote hechicero.
¿Que busca ese viejo indio escarbando la sierra? Recorre el rastro por donde el enfermo anduvo. Sube, muy en silencio, por entre las rocas filosas, explorando los ramajes, hoja por hoja, y bajo las piedritas. ¿Dónde se cayó la vida? ¿Dónde quedó asustada? Marcha lento y con los oídos muy abiertos, porque las almas perdidas lloran y a veces silban como brisa.
Cuando encuentra el alma errante, el sacerdote hechicero la levanta en la punta de una pluma, la envuelve en un minúsculo copo de algodón y dentro de una cañita hueca la lleva de vuelta a su dueño, que no morirá.


Memorias del fuego II, Las caras y las máscaras.
Eduardo Galeano.

14.10.13

Testamento

Habiendo llegado al tiempo en que 
la penumbra ya no me consuela más 
y me apocan los presagios pequeños; 

habiendo llegado a este tiempo; 

y como las heces del café 
abren de pronto ahora para mí
sus redondas bocas amargas; 

habiendo llegado a este tiempo; 

y perdida ya toda esperanza de 
algún merecido ascenso, de 
ver el manar sereno de la sombra; 

y no poseyendo más que este tiempo; 

no poseyendo más, en fin, 
que mi memoria de las noches y 
su vibrante delicadeza enorme; 

no poseyendo más 
entre cielo y tierra que 
mi memoria, que este tiempo; 

decido hacer mi testamento. 

Es este: 
les dejo 

el tiempo, todo el tiempo. 


 Eliseo Diego